jueves, 7 de febrero de 2013

Railay y Tonsai


El último destino del sur Tailandés, una playa que conserva el sabor a isla (sólo se llega en bote) aunque ya corresponde al continente, sólo que aislada por una selva virgen que, esperemos, siga resguardando el paso de asfalto y los motores de autos que aquí, afortunadamente, aun no se ven ni se huelen.

Railay y Tonsai son dos playas, villas, separadas por un muro de roca de proporciones que es reconocido como el mejor muro de escalada de todo el sudeste (hay algunos fanáticos del lugar que lo elevan al mejor muro del mundo… vaya uno a saber) y la mayoría de la gente que cae en este lugar viene con cuerdas, enganches y polvo de magnesio en las manos. 

(La Maca denifió Tonsai como el paraíso de las solteras con un repentinísimo interés por la escalada… )

Railay es más top, más turista, más cara. Tonsai es más backpacker, más de los escaladores y más barata.

Nosotros optamos por quedarnos en… Tonsai.

Tal vez el bungalow más de postguerra que hemos habitado, alejado de la playa unos 10 minutos caminando, ya metidito en lo que los locales le han podido ganar a la selva, con todo lo que esto implica: tarántulas de la selva, ardillas y monos madrugadores, juguetones y curiosos de la selva, y mosquitos… muchos mosquitos, tamaño selva.

El camino entre Railay y Tonsai se puede hacer de tres maneras, por bote, por las rocas y el agua, o por la selva, en un sendero llamado “Monkey Trail” que es una caminata de cerca de media hora, bien bien bien calurosa, cerro arriba y cerro abajo y donde se pueden encontrar lo más llamativo de los insectos selváticos, siempre por supuesto, acompañados de un buen repelente, también tamaño selva. El camino por roca y agua es difícil pero divertido y más cortito, cuando la marea está baja, de otra manera es imposible cruzar, y el de bote es una tiradita de entre 5 a 10 min, pero por esa pasada, por supuesto, se paga…
De todas maneras, intentar las tres al menos una vez vale la pena.

Bajando a la playa, sobretodo a la hora de comida, se encontraban una filita de bares en la orilla, abundante música reggae y mucho humo saliendo de ellos… el humo, por supuesto, era de las parrillas que cocinaban pescados y pollos con el adobe perfecto. Qué mas iba a ser.

Frente a las playas hay un archipiélago de una docena de pequeñas islas, todas muy pequeñas, la mayoría desiertas, siendo sólo grandes picos de roca y pequeños bosques. Las recorrimos en un Longtail Boat de un pescador con aires de emprendedor (y escasez de trabajo en lo suyo) que ofrecía su tour como el mejor de los famosos y reconocidos “7 Island Tours” que incluyen un paseo por el nombrado número de islas, con comida y agua, y una cena a bordo cocinada por un chef con productos del mar.
Por supuesto, no era el mejor, no recorría 7 islas si no 5 y no había chef a bordo, pero sí buena onda, un pescador/guía entusiasta, una reponedora y sabrosa sopa marina con arroz preparada por uno de sus amigos que nos esperaba en una de las islas más bonitas a la hora del atardecer. 
Isla donde cenamos con el tour
El tour tampoco se quedaba a la hora de la aventura, mucho menos cuando, ya con todos en el agua, el guía nos muestra una cueva por donde todos íbamos a cruzar nadando, en los momentos donde la corriente abriera un espacio que permitiera entrar sin enterrarse las puntas rocosas en la espalda y cabeza y sin ahogarse antes de aparecer dentro del roquerío. Nadie se ahogó… pero varios tuvieron que aceptar la povidona yodada que, siempre sonriente, mostrando sus dientes blancos y prominentes,  nuestro amigo pescador ofrecía para limpiar los cortes de los tripulantes.

La Maca y yo salimos victoriosos e ilesos.
Cha nanaaaa nanaaa nanaa nana, uoohh yeah, uohh yeah!

Como si esto no fuese suficiente, el tour incluía una última aventura: snorkeling nocturno. Nos tiramos al mar sin ver casi nada y , una vez adentro, comenzaron los destellos del increíble plancton fosforescente que reaccionaba al movimiento de nuestros cuerpos, dando una luz verde que iluminaba por unos segundos un par de metros alrededor. Increíble.

Luego de este largo día,(y ahora también pienso que a modo de venganza) Maca me convenció de tomar un Masaje Tailandés en uno de los puestos que están en la orilla de la playa, haciendo el suelo del turista aún más ideal…
No puedo describir muy bien el masaje porque parte importante de él me lo pasé imaginando un lugar feliz, para no pensar en el dolor que estaba provocando la pequeñísima señora que me torturaba con rodillas y codos. Sí recuerdo a la Maca, al lado, recibiendo un masaje de relajación con aceites, se reía con su masajista… y la mía.

A la mañana siguiente, nos despedimos de la masajista, que encontramos en el camino al embarcadero (aún reía), y partimos de la isla. Cruzábamos a Ao Nang, playa contigua con más aires de ciudad, desde donde nos moveríamos en bus y muchísisisismas horas atravesando de costa a costa, esta vez,
 a probar las aguas de la costa oeste...

T.

Datos al viajero:
* En temporada alta, prebookear, o prepararse a encontrar un alojamiento caro (nosotros encontramos lo más barato por 800 baths, y era malena).
*Railay es CARO, paseamos inocentemente en búsqueda de alojamiento y todos por sobre 1000 la pieza. Ir directamente a Tonsai si andan mochileando.
*Repelente, mucho repelente. Mosquitos a toda hora y alrededor del atardecer no te puedes quedar parado porque se te pegan. Belleza.
*Contratar tour, pero ir a las agencias que se vean buenas. Si quieren hacer el de snorkeling de noche, que fue el que hicimos, hacerlo en la agencia ubicada en Railay, nosotros lo hicimos con una de Tonsai que básicamente era la copia chamullenta y pobre (y al mismo precio). 




Llegando a la isla


Monkey Trail (hasta cruzar la montaña del fondo)

Ahí, en el medio, había alguien.








Pasatiempo nº1 : Tomar "
Shakes"

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