domingo, 8 de enero de 2012

Cómo ser un homeless y no morir en el intento

Han sido días lindos  y  complicados , por lo que no había escrito. Pero como van a seguir siendo lindos y complicados, he decidido escribir y así poder darles unas pistas para si en un futuro se transforman en un homeless, tengan algo de ventaja sobre sus otros colegas homeless.
Dícese en español del homeless: sin casa. Y nosotros no tenemos ninguna, pero si le vemos el lado bueno, estamos expertos en pechar livings ajenos de chilenos amables. Cada día armamos los sofás más rápido y me he vuelto una experta visora de noche en caminos hacia los baños: no choco con nada.
Los días son bastante parecidos y suelen pasar así: nos levantamos, desayunamos un estupendo desayuno con un estupendo yogurt de maracuyá que me tiene totalmente distraída de mis quehaceres matutinos (no puedo dejar de hacer mmmm y alabar al creador de aquella grandiosidad por aprox. 7 minutos) para luego ir a ver la real cara de los avisos publicados en "se busca pieza en...". El resultado nos sorprende cada día: australianos cochinos, australianos perfectos con deptos perfectos que no nos quieren (*), chinos con pinta de película de terror, sucuchos, precios impagables, plazos que no coinciden con los nuestros, o piezas en lugares tan remotos y escondidos que nos perdimos tanto para llegar que no quisimos volver nunca más (o no supimos, ya). El común denominador es que no nos sirven y entonces no tenemos depto y entonces somos unos homeless y ando con una mochila tan chica que no sé que metí y que para peor , tuve que conseguir con otro chileno amable, ya que por alguna extraña razón no me traje bolso de mano ¿? . Sí, como escuchó. Las maletas las dejamos en la casa del mismo amable que vive lejos de acá y al que ya le robamos living.

Hablar de las cosas y desgracias que suceden cuando uno anda con un mismo (mal hecho) bolso de mano por varios días sería entrar a sacar harina de otro costal y escribir un post completo, pero aquí les va un resumen didáctico: poca (penca) ropa+ falta de productos de belleza+ humedad: parezco africana.
Vale decir que mi condición salta más a la vista, dado que aquí las mujeres andan de vestido largo y tacos todo el día (si no andan con unos short que se le ve medio cachete, a Tomás le carga este país por eso). También usan vestidos cortos, pero la cosa es que andan vestidas como de matrimonio, y yo pienso que en cuanto tenga mi maletita voy a ponerle mi mejor vestido a lo que quede de mí y verme a lo menos como Barbie Africana. Sí señor.

En fin,  no todo es terrible y también lo pasamos muy bien. Quisiera hablarle de las ventajas y maravillas del mundo desarrollado pero los que tengan de amiga a Claudia Cornejo, ya lo sabrán por si solos. Los que no, les puedo adelantar que es un país muy bonito, amigable,  que nadie quiere robarte NI atropellarte. Una maravilla. Mi único problema es que como acá los autos manejan y conducen alverre, suelo mirar hacia el otro lado antes de cruzar y tiento a los aussies de cometer el primero crimen de su vida.
Pero no, sigo viva, y ahora con sueño, por lo que dejaré el resto para otro capítulo en la vida de la parejita inmigrante. Olvidé decir que el jet lag me dejó una maldición y esta es: despertarme cada día entre 6 y 8 de la mañana, como gringa. Estoy esperando que me llegue la de "no comer después de las 20.00" pero todavía no pasa nada. Les cuento cualquier cosa.


Seguiremos buscando, seguiremos caminando. Como -casi- dice Manu Chao, que a propósito vimos anoche en un concierto gratuito, y de pasadita a Jamiroquai.
Homeless pero no tontos.





(*) Tomás no andaba con el pañuelo




2 comentarios:

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  2. jajaj que grande macarena! estaré esperando sus próximas aventuras! (no entiendo cómo se hace esto, pero soy Alvaro)

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