sábado, 5 de enero de 2013

Singapur, pasadito la línea del Ecuador, pal norte.


Luego de seis horas de vuelo y a 6000 km. desde Melbourne (JetStar airlines, vuelos económicos a la usanza de Aerolíneas Argentinas de los noventa), aterrizamos en Singapur. El país-ciudad de los negocios, el niñito rico del Sudeste Asiático y nuestra puerta de entrada a un continente que (toco madera) nos va a llenar de buenos momentos y de hedonismo por doquier.

El viaje se nos hizo largo, quizás se nos olvidó que íbamos en un Low Cost, lo que significó que no nos dieran ni un chicle pa comer en el avión y todo lo que llevamos fue gomitas que compró la Maca, más que por el amor a la golosina, fue porque eran con forma de koalas, canguros, kookaburra, dingos, y toda la fauna australiana, que más encima no pudimos terminar de lo malas que estaban.  Al final compramos un par de snacks y nos consolamos con que ya llegaríamos a comer algo rico a los puestitos de la calle.
Nuestra llegada fue de lo más amable, el aeropuerto de Singapur es  uno de los más modernos –según dicen- y lo bueno de esto es que las colas son cortas y el trámite muy rápido. El tren a la ciudad está conectado con el aeropuerto y desde ahí se hace todo muy fácil para poder llegar al centro, donde nos esperaba nuestro primer hostal, el  River City Inn.

El Hostal está metido en un barrio de edificios pequeños y centros comerciales, en la separación justa de Little China y Little India y justo antes de entrar al barrio de los rascacielos brutales (que está a unas pocas cuadras, por lo que se ven  de telón en nuestras callecitas de edificios de 5 pisos). Nos bajamos del tren siguiendo las instrucciones dadas por la página del hostal paso a paso y con nuestras mochilas en la espalda, mojados producto del calor húmedo y pegajoso, llegamos por fin al cuarto piso, sin ascensor, por supuesto.
Luego de saludarnos y pedirnos que nos quitáramos los zapatos (desafío sobrellevado con éxito), el administrador nos recibió y la primera impresión del lugar nos asustó un poco, sin embargo resultó ser un boliche limpio, llamativamente muy limpio, ordenado y tranquilito, la pieza tiene 26 camas y no se sintió ni un ruido, ideal para backpackers adulto-jovenes, aventureros pero con ganas de buen trato.


La estadía en Singapur iba a ser corta, los precios son los más similares a Australia (aunque no tan caros, pero sí respecto de todo el resto del Sudeste Asiático) y las atracciones son las más occidentales de toda esta parte del Oriente,  así que, y en vista de los antecedentes, la hicimos corta y directa:
Un shot cultural profundo y directo al país modernidad, dónde?... Universal Studios Singapur, por supuesto.

Si alguien fue alguna vez al Universal Studios de Orlando, sabrá de lo que se trata, yo no lo sabía porque los parques de diversiones nunca han sido mi fuerte ni una costumbre. Fui a Fantasilandia como a los 10 años y sería todo en mi curriculum de montañas rusas (la de San Antonio, a los 8 años, prefiero no incluirla porque se quedaba en pana a mitad del primer cerrito). El parque está ambientado en 6 o 7 películas  (de las cuales sólo habíamos visto Jurassic Park y Madagascar), y todos los juegos van de la mano con los temas, dos montañas rusas nivel suicidio y tecnología 4d en películas y simuladores, un montón de dobles occidentales de famosos del cine como la Marilyn Monroe (más narigona, pero con la mueca Monroe muy bien estudiada) sacándose fotos con niños y sobre todo con los papás de los niños, harto patio de comidas y mucha, muchísima, creo yo, demasiada gente.
Para ponerme al día con mi infancia sin montañas rusas, lo primero que hicimos fue, por supuesto, ir a la montaña nivel suicidio, que estaba ambientada en una película de una guerra espacial entre dos bandos, entonces en vez de una, son dos montañas rusas diferentes que se van cruzando y haciendo la idea de que van a chocar a cada rato, como si no fuera suficiente con ir a 120km/hr colgado a 50 metros de altura dando vueltas como enfermo o candidato a la Nasa…
Luego de una hora de fila (la hice corta, en otros juegos la fila es de 2 horas) la inyección de un minuto y medio de adrenalina bruta me dejó envalentonado, así que luego de un par de juegos más (y otro par de horas en las filas), me anoté para la otra, que da las vueltas hacia el otro lado y en vez de tenerte sentado en una silla, te lleva colgado de un arnés sin piso, desde arriba… es decir, nivel suicidio colgado de la soga.
Uno de los juegos que hicimos entre montaña y montaña fue un simulador de la película Transformers, en el que (luego de una hora y media de fila) te suben a un carrito (quedamos en primera fila, golazo) y te metes en la película cayendo de edificios, peleando con robots, chocando camiones y recibiendo balazos, todo esto en realidad 4D (efectos 3D más sensaciones corporales, viento, agua, movimientos, etc.) la cosa esta tan bien hecha que tengo los dedos de la Maca marcados en mi antebrazo en un oscuro color moretón.

En resumen, la adrenalina de 20 años secretada en 3 minutos, los chinitos de la montaña rusa aún tratando de entender qué significa conchesumadreeeeee!! y una disfonía posterior importante. (pero mucha fila… mucha)
 
Luego del paseo cargado a la raíz popular de la cultura Asiática, y antes de partir a nuestro “primer” destino de largo aliento, Malasia, un paseo por la ciudad para mirar el contraste puesto en uno de los ejemplos más plausibles tal vez del mundo, pero de buena manera. La arquitectura de la ciudad es una locura, 500 años de distintos modelos puestos en una ciudad, desde templos hasta rascacielos inteligentes, pasando por todos los departamentos masivos sesenteros y ochenteros (Torres de San Borja, Dúplex y Escalímetros Carlos Antúnez incluidos, pero en versión colorinche).












La comida en los Hawkers Markets(negocios de comida en la calle, o en veredas como la vega chica) es nuestra fuente de alimentos fundamental. Es barata y bien local, aunque con esto no estoy diciendo que hemos probado de todo, porque la verdad es que el caldo de patas de pollo fritas o los interiores de animales desconocidos no han sido muy tentadores… aún.  Pero sí lo han sido los Pad Thai, Chiken Satay, Los pancitos hindú Naan, los pollos con mucho picante y las cervezas heladas. No probamos la insigne singaporeana Chilli Crab por ser muy cara, pero ya lo haremos. En vez probamos el otro insigne, Chicken Rice, que es básicamente el pollito con arroz de la abuela.

Dos días, la escala en Singapur, el país más al sur del sudeste, La Ciudad de los Leones, empezamos nuestro periplo por el otro lado del mundo, y hasta ahora la cosa pinta bien, muy bien…

Nos vamos a Malasia, partimos en Melaka (Sur-Este)y luego nos vamos a la isla de Langkawi (Nor-Este).

Nos vemos Hedonistas!

T.


1 comentario:

  1. creo que al leer, sentí algo de la adrenalina de las montañas rusas, por cierto lo que más llamó mi atención fue la foto del pelo corto! jajajajaj
    un abrazo, y sigan pasándola bonito

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